jueves, 12 de diciembre de 2013

Bombardeo de la mente.

Tras un tiempo sin escribir pero con las constantes ganas de hacerlo, hoy vuelvo a la senda del a escritura, la cual es sinónimo de evasión de todo lo que me rodea. Últimamente había dejado un poco de lado el aspecto más crítico que mi interior suscita, pero las circunstancias en la que me hallo así me han definido. Hoy vuelvo con ese lado más crítico que, quizás, me caracterice. El tema de hoy es simple en apariencia pero complejo en profundidad, allá va.
A lo largo de toda mi vida me he encontrado frente a una actitud reacia a la hora de entrar en las discotecas. Los motivos que me llevan a posicionarme en tal postura son varios y los iré desarrollando progresivamente a lo largo de éste escrito. Empezaré por el más turbio de todos: el sentido sexual de las discotecas.
Es evidente que la ideología de las discotecas, totalmente opuesta a la mía, tiene unos principios muy turbios ante los que, aparentemente, la sociedad española se enfrenta. Esto a lo que me refiero es el machismo. La postura que adoptan las discotecas a la hora de dejar pasar a tal persona y a tal no, es discriminatoria. De todos es sabido ese “apartheid” de sexo que desempeñan y han desempeñado desde hace unos años hasta el día de hoy. La situación es que a las personas de sexo femenino la dejan pasar con unos ciertos requisitos y no tienen que abonar nada para el uso y disfrute del determinado local. Todo eso en apariencia, pues el precio que les imponen a ellas es superior, moralmente, al que nos imponen a los hombres. El precedente que ponen para la entrada gratuita es, textualmente, “ir arreglada y muy mona, con vestido, tacones y, a poder ser, escotada”. He aquí donde se enerva mi lado crítico y me hace repudiar la actitud que en todas las discotecas se tiene. Poniendo una entrada de unos 10 euros para los chicos, a las chicas las dejan pasar gratis siempre y cuando vayan vestidas de manera que avergonzaría a cualquiera que se le exigiese vestir así. Pero en esta situación, las chicas están dispuestas a “pasar por el aro” sin pensar en si lo que les están exigiendo va contra su propia intimidad. Posteriormente, en un día normal en el que entablas conversación con cualquier mujer que asista a estos lugares, lo más probable es que te dé una charla de moralidad sobre la intimidad de las mujeres, el respeto que se les debe y demás aspectos ligados a su igualdad. Pero me surge un interrogante… Yo respeto plenamente a todas las mujeres, nadie es mejor que nadie, pero… ¿se respetan ellas mismas? Sabiendo que asisten a éstos lugares como reclamo sexual de los hombres, ¿por qué aceptan con total convencimiento que le impongan unas determinadas normas? Desde aquí me niego a que esta práctica se vea impune. Promulgando la igualdad en anuncios televisivos, manifestaciones, instituciones públicas, etcétera, pienso que el primer lugar donde debe conseguirse la igualdad y el respeto hacia la mujer es con los pequeños detalles como éstos. No dejéis que os impongan cómo vestir, no os sintáis atadas de mano, no actuéis como no queréis hacerlo y, sobre todo, no actuéis con la hipocresía de dar discursos sobre vuestra intimidad y respeto por las mañanas y por la noche cedas ante unas exigencias claramente sexistas y desigualitarias. Me repudia la actitud de las discotecas, me repudia que hagan vestirse a las mujeres de tal forma.  Me repudia que la vía para conseguir el aforo máximo sea una explotación indirecta de las mujeres, pues los hombres saben que acudir a estos establecimientos pese a que sea pagando una cantidad degradante, tienen garantizado el alegrarse “la vista”. Gran parte de la sociedad queremos iniciar un cambio hacia la igualdad, pero los cambios más significativos se consiguen con los pequeños detalles. Podréis decir que existe la libertad de tú amoldarte a vestir como te exigen o no, pero… ¿moralmente no os están imponiendo cómo vestir? Mientras puedan vetarte la entrada a un lugar por tu forma de vestir, ¿qué nivel de libertad estás teniendo? ¡No te conformes! ¡Lucha! Pues es quién lucha el único que tiene la posibilidad de vencer.
También puede dársele otro perspectivismo, en definitiva, las discotecas son un negocio en el que se pretende maximizar los beneficios. Pero desde aquí también me planteo el interrogante: ¿es ético llegar a una explotación casi explícita de la mujer para llegar a llenarse los bolsillos? Si la respuesta es afirmativa, hecho que se evidencia desde antes de su planteamiento, la moralidad de los empresarios españoles debería ponerse en duda. Pero qué voy a decir de una sociedad denigrante que ni siquiera respeta a sus ciudadanos. España va encauzada hacia un futuro oscuro y no tiene pinta de desviarse hacia otro sentido. Pero mientras haya un alma incómoda, mientras haya una cabeza pensante, mientras haya una persona con su interior incómodo con la situación y con ganas de lucha, habrá esperanza. Dejémonos de hipocresía. Dejémonos de demagogia. Empecemos a cumplir con lo que realmente sentimos y no dejemos que nos impongan algo abusivo. Que nadie luche por ti. Sé tú quien luche y quien defienda lo que de verdad te importa. Nadie te va a regalar nada.

Otro de los aspectos que me irritan es la mentalidad y actitud que las personas masculinas asistentes a este tipo de locales adquieren una vez cruzar las puertas. Sí, he dicho “personas masculinas” y no “hombres”, pues un hombre no tomaría una actitud que fuese contra la intimidad sexual de una mujer. No hay mujer o chica con la que hable que no se haya sentido invadida en estos lugares, no existe nadie de quien no hayan abusado mínimamente. Sí, puede parecer un simple toqueteo en el trasero, pero es la intimidad de la mujer la que no se está respetando y son una serie de valores sociales los que se están tirando por la borda solo por hacer la gracia. Quienes realizan esto, normalmente, no es por una satisfacción personal evidente, sino por demostrar la condición de “macho alfa” delante de su grupo de amigos. Las mujeres se sienten atacadas en este sentido y este es otro de los sentimientos que me hacen cuestionarme cómo es posible que sigan acudiendo a estos “antros” en los que, sin ellas buscarlo, las manosean y atentan contra su privacidad. Evidentemente hay quienes tienen como objetivo conseguir una satisfacción sexual en una discoteca. Esta es la visión que nos hacen tener de ellas, un local donde es fácil “pillar” algo. De todos modos, como decía anteriormente, hay mujeres a las que no les hace ninguna gracia que cualquiera con dos copas de más –o sin ellas, simplemente- venga a poner la mano donde no debiera.  Esta situación es otra que me da verdadera pena y otra por las que me siento avergonzado como “hombre”. Esa no es la conceptualización de hombre para mí y, si esa actitud es lo que define realmente a un hombre, empiezo a considerar que no soy un “hombre”. Me postulo frente a esta actitud abusiva contra la mujer. Desde aquí muestro mi rechazo y repudio. No sois hombres, pues esa no es la verdadera hombría. 

1 comentario:

  1. Grande tu escrito! He de decirlo, aunque como mujer tampoco estoy ''totalmente'' de acuerdo contigo. La verdad es que las mujeres o chicas que hemos ido a las discotecas a veces tan sólo lo único que queremos es salir a bailar y a divertirnos con nuestras amigas, como es mi caso. No creo que nos estén imponiendo nada a la hora de vestir, se de quién ha ido con pantalones y tenis, aunque es cierto que la mayoría de veces a las chicas así no nos dejan pasar.
    Yo tengo que decir, que como me gusta arreglarme, cuando vas a una discoteca no siempre tienes que ponerte ropa tan...''explicita'' (por decirlo de alguna manera), puedes ir mona, con un vestido normal y unos tacones, pero muchas veces, las mujeres también perdemos un poco la coherencia, y nos gusta enseñar, ya sea para que nos miren, o..no se, por puro ego.
    Igualmente si que es cierto, que la mayoría de los hombres que va a esos sitios es para ligar, y normalmente están tan sumamente necesitados, que nos da hasta grima.
    Buena crítica la tuya, espero que escribas pronto :)

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