viernes, 6 de septiembre de 2013

365

Si hay algo que tengo claro en esta vida es la vertiginosidad que adquiere el tiempo con el paso de los años. Existe un pensamiento mientras somos niños en el que parece que podemos parar el tiempo ya que iniciamos una etapa de nuestra vida y parece que no va a acabar nunca. Pero mientras esta eterna etapa va pasando e inevitablemente vamos cumpliendo años, todo esto se invierte de la manera más cruel posible pues las etapas de las que hablo parece que se acortan aun teniendo las mismas horas. Por eso quiero expresar algo de mi vida personal, un hecho que a mis 19 años -aún- me parece sorprendente, pues desde hace unos 365 días hasta aquí puedo decir que he vivido la etapa más feliz de mi vida. La etapa de la que quiero hablar, pese a que tiene unos límites bastante difuminados, empezó en un 6 de septiembre hace 365 días. Yo conocí a la que hoy por hoy es la persona más importante de mi vida – y nunca dejará de serlo- y tuve un periodo más que oscuro con esa persona, pero tras ese periodo – que se hizo más bien eterno- llegó la claridad a mi vida, mayormente porque fue esa persona quién la trajo e iluminó el camino de mi vida. Volviendo a lo que verdaderamente interesa, fue en aquel 6 de septiembre cuando volví a rozar esa piel después de tanto tiempo, fue en ese preciso día en el que se produjo mi renacimiento, fue en aquel preciso momento, en aquella oscura noche iluminada por su presencia en la que volví a sentirme bajo el resguardo de aquellos brazos gélidos por la pequeña brisa que despierta en algunas noches de septiembre, cuando volví a sentir aquella curiosa manera en que se erizaba su piel y se acercaba a mi como buscando resguardo en el que protegerse de la suave brisa. Hacía tanto tiempo que no nos mirábamos a los ojos… pero hacía tantísimo tiempo que deseábamos hacerlo de nuevo… Y sucede que en ocasiones nos resulta imposible describir las situaciones que vivimos porque aún si la sacásemos de nuestros mejores sueños no llegarían al nivel de la realidad que hemos tenido el lujo de vivir, porque, en definitiva, los sueños no son más que unas imágenes que nuestros subconsciente nos arroja, y abrazar una imagen no proporciona la misma satisfacción que abrazar a una persona, menos aún si es aquella por la que darías tu vida. Y siempre en estas situaciones en las que te encuentras sólo frente a una persona, esa a la que ama sucede que parece que se te va a venir el cielo encima y que los nervios te impiden enlazar varias palabras seguidas, pero es que en esta ocasión el cielo no cayó sobre mí, sino que lo tenía a mi lado y estaba disfrutando de él. Y las palabras en esta ocasión salían porque no las ordenaban los nervios de mi cerebro, sino el amor de mi corazón y mi alma, como si de un hecho automatizado se tratase. Y puedes no recordar las palabras, pero da igual, da igual que fuesen las palabras más importantes que hayas dicho jamás o estuviesen vacías de sentido, el caso es que estabas con esa persona y tu corazón estaba hablando por ti, estaba transmitiendo lo que él deseaba y no lo que el cerebro dictaba, en esta ocasión se anticipó el pequeñajo este que bombea en el pecho a ese que muchas veces nos confiere los peores dolores. Y como en muchas ocasiones acontece, se da el hecho de que uno se queda con los más pequeños detalles de aquella gran noche, detalles como recordar que uno de los temas de conversación con esa persona fue imaginar que estuviese sucediendo en tu vida si en lugar de ser tú mismo, en ese mismo tiempo y espacio fueses la persona que conduce el coche que apreciáis en la lejanía y en la fresca noche veraniega, o cómo se detallaba de manera milimétrica la belleza absoluta de los astros que iluminaban aquél 6 de septiembre, pero que esa belleza, una de las mayores que ha contemplado el hombre, era la mínima parte de la que yo tenía sentada a mi lado aquel día en aquel banco de madera. Una cosa tengo clara; no quiero volver a ver las estrellas en soledad.

1 comentario:

  1. Que bonito. Realmente, escribes genial. Está claro que el tiempo según nuestra edad pasa de diferente forma, pero aun así es tiempo, un invento del hombre. Con respecto a lo demás, simplemente decir que la realidad siempre logrará superar a la ficción, a nuestros sueños y a todo aquello que simplemente no nos podemos imaginar.

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